Alberto Senante (Mochilero Ecoturista) – “Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja”. Así comienza uno de los poemas de escritor Juan Carlos Mestre. No sé si la casa roja que vió, o imaginó, Mestre se parecía Kaaño Etxea, situada no “en las afueras de la ciudad”, sino en los alrededores de Arrarats, un pequeño pueblo a unos 35 kilómetros al norte de Pamplona, en plena sierra de Basaburua . Pero imaginamos que a Mestre también le gustaría esta nueva casa roja, porque es difícil no sentirse a gusto en Kaaño Etxea.
Sus cinco habitaciones para huéspedes –Egurra (agua), Sua (fuego), Lurra (tierra), Ura (cielo), Haizea (brisa)-, así como los espacios comunes, están dispuestos según la sabiduría oriental feng shui. Yo no sé nada de esta técnica, pero se agradece igual una decoración cuidada, los colores pardos como un bosque de otoño, la sensación de que todo está en su sitio, y no podría estar en otro, como pasa en una sinfonía, o con un buen poema.
Yo no sé nada del feng shui, más que lo que me explicaron en Kaaño Etxea. Pero si su objetivo es que uno se encuentre bien en un espacio, juro que con nosotros cumplió de sobra su objetivo. Aunque supongo que en esto también ayudó la hospitalidad y la sonrisa como saludo de Alberta y Patxi, quienes desde hace 8 años se embarcaron en este proyecto de hogar-negocio-estilo de vida-sueño imposible que se cumple…
Hoy, superadas muchas dificultades, Kaaño Etxea puede presumir de rozar la autonomía ecológica plena. Un huerto, y próximamente un corral, además del comercio con productores de la zona, abastecen los estómagos. Unos paneles solares calientan el agua que se recoge en un estanque a pocos metros. Un pequeño molino, que gira con rabia, alimenta unas baterías que iluminan las bombillas de bajo consumo. El gas sólo se utiliza en días contados, cuando todo este dispositivo (aparte de la imprescindible chimenea), se muestra insuficiente para dar calor y electricidad a Kaaño Etxea.
Esto se consigue en gran parte a que la vieja casa fue restaurada siguiendo los criterios bioclimáticos. Técnica que consiste, aparte de algún que otro ingenioso adelanto, en aplicar el sentido común con el que se construían las casas en los pueblos (donde hace frío) desde hace siglos: casa orientada hacia el sur y el este, donde se colocan ventanas grandes, al norte ventanas estrechas; aprovechamiento máximo del calor que se crea en chimenea y cocina; y colocación de las habitaciones “donde se hace la vida” (dormitorio, salón) en las partes más cálidas de la casa.
Y para los que dicen que lo ecológico siempre es más caro: los materiales naturales, que permiten ahorrar un porrón de energía cada mes y que apenas necesitan reparación, costaron menos que los que se utilizan en la construcción convencional…
Parece lógico por tanto, que según Patxi, Kaaño Extea sea uno de los alojamientos ecológicos con mayor puntuación dentro del proyecto Ceres, y que muchos jóvenes, que conocen esta posibilidad a través de Ecotur, quieran ser voluntarios de este proyecto y conocer así de primera mano cómo se hace para poner en pie un hogar ecológico. Aunque imagino que también muchos repiten para volver a saborear los estupendos platos que comparten familia, voluntarios y huéspedes, preparados -con finezza italiana- a partir de lo que da la huerta de la casa y los agricultores y ganaderos de la comarca.
Pero puestos a ser críticos, habría que hacerle un par de reproches a Kaaño Etxea. Uno se siente tan bien entre sus paredes y en sus alrededores, que corre el riesgo de perderse el maravilloso paisaje que le rodea. Un bosque seminado de robles centenarios, con riachuelos que parecen sacados de otro tiempo, con caminos donde uno se tiene que parar a cada rato (además de para coger aire) para darse cuenta de lo sublime que es la naturaleza cuando la dejamos tranquila.
Y el segundo reproche es que a uno se le hace demasiado difícil irse de un lugar así. Cuando te despides de Kaaño Etxea, como de tantos otros sitios (cada uno tiene los suyos), te entra una especie de nostalgia por lo que estás a punto de dejar. Una suerte de melancolía preventiva, concretada en forma de suspiro al tomar el primer desvío. Una pequeña tristeza que sólo se sólo se mitiga porque mientras te estás yendo de Kaaño Etxea (como de tantos otros sitios, cada uno tiene los suyos) ya sólo estás pensando en volver.
Texto cortesía de Alberto Senante (ganador de una estancia en Kaaño Etchea gracias al concurso El Mochilero Ecoturista, organizado por Ecotumismo)
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