Ayer recibimos una interesante noticia que, al menos, sirve para comprobar que un cambio de percepción política se está gestando a nivel europeo. Si hace pocas fechas conocíamos la Declaración de Madrid por un turismo responsable, firmada por los ministros de Turismo de la UE, esta vez le ha tocado el turno a los titulares de Cultura, que han apostado por desarrollar un turismo cultural respetuoso con el medioambiente y sostenible como “motor” de la economía local y regional. Todo bajo una óptica que sirva para reforzar el papel de la cultura en lo que respecta a infraestructuras, a la regeneración urbana, la diversificación de las actividades puramente rurales y agrícolas y al turismo en este contexto. De momento, no pasamos de una declaración, pero… algo es algo, ¿no?
Esta es una apuesta tomada en el marco del Consejo de Cultura de la UE, celebrado ayer en Bruselas. En lo que se refiere al fomento de un turismo cultural, los ministros han venido a recomendar que se revitalicen los recursos propios de una región que puedan poner en valor el patrimonio cultural tangible e intangible. Esto implica que hay que ir más allá de monumentos o restos arquitectónicos, por ejemplo, haciendo hincapié también en costumbres, tradiciones de los lugares, elementos etnográficos o productos y variedades agrícolas y ganaderas autóctonas. Esto supondrá una puesta en valor de nuestros orígenes y, por lo tanto, una diferenciación de los territorios y destinos en torno a valores propios, no impuestos por agentes turísticos llevados por modas pasajeras.
Además, también se ha insistido en una cuestión que resulta muy interesante. Y es que se pretende que con este refuerzo de la imagen de una región a través de su cultura, se promueva entre los visitantes una actitud responsable y educativa sobre la necesidad de proteger el medioambiente, el entorno que visitan y el patrimonio cultural y natural del destino. En este sentido, se ha propuesto el reconocimiento oficial en toda la Unión Europea de un Sello de Patrimonio Europeo, para poner en valor el atractivo de los lugares que lo reciban. Se trata de una etiqueta que entró en marcha en 17 países miembros y otros 3 países europeos y que, ahora, se pretende generalizar al conjunto de la UE.
Ahora mismo hay 64 lugares por toda Europa que cuentan ya con este sello, entre los que están el cabo de Finisterre, el archivo de la Corona de Aragón, la Residencia de Estudiantes de Madrid y el Monasterio de Yuste, todos ellos en España. La cuestión que sale a colación con este tema es el papel de la Administración, en este caso de la Unión Europea, a la hora de regular este tipo de sellos. En este caso, tal vez, resulta más fácil tratándose de etiquetas referidas a elementos patrimoniales, pero resultaría igual de interesante una iniciativa pública similar, para regular la gran cantidad de iniciativas privadas y ecolabels en materia turística que hay en el mercado, muchas de ellas muy buenas y a tener en cuenta pero que, en conjunto, terminan liando un poco al consumidor porque están centradas en diferentes cuestiones a evaluar.
Ya existe alguna acción que va por este camino, como el ecolabel de turismo responsable y sostenible impulsado por la Generalitat en Catalunya. Y justo ayer también hemos conocido que el grupo Mixto del Senado, a iniciativa de Patxi Tufión de Nafarroa Bai, ha presentado una moción para solicitar al Gobierno que realice un plan específico de promoción del turismo rural, desarrollando una marca que englobe denominaciones y que resulte reconocible por el público. Sin duda, una solicitud que merece la pena seguir de cerca.
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