Vamos adentrándonos poco a poco en el 2010 y no dejamos de oír la palabra crisis por todos lados. En términos turísticos, a pesar de que algunas cifras comienzan a repuntar, la coyuntura no es buena y las oportunidades escasean, sobre todo para todo aquello que se salga de los modelos convencionales. El turismo rural comunitario (TRC) destaca entre todas las propuestas minoritarias, por unir en un mismo punto la dificultad de un proyecto modesto y pequeño, con comunidades indígenas, rurales y tribales de por medio localizadas principalmente en países del sur, con el inconveniente añadido de que el turismo no ha sido nunca su principal ocupación. La falta de experiencia puede ser, por tanto, una loza demasiada difícil de levantar, que luego repercute en problemas a la hora de comercializar y comunicar este tipo de proyectos, a pesar de que en muchas ocasiones son muy buenos. ¿Existen fórmulas para revertir esa tendencia y optimizar estos esfuerzos?
Vaya por delante que el tema es bastante complicado. En mi opinión, el problema principal hasta ahora ha sido la falta de profesionalización de la mayoría de iniciativas de turismo rural comunitario (TRC). Pero eso es algo totalmente entendible, ya que constituye una nueva fuente de diversificación económica y de desarrollo para estas comunidades indígenas. El turismo no sustituye a la principal fuente de ingresos, que suele ser la agricultura, la ganadería y la pesca, que por otra parte son las actividades que estas comunidades saben hacer bien porque se han dedicado a ello toda su vida. El turismo se debe presentar como una alternativa para aumentar dichos ingresos, convirtiéndose en un valor en alza socialmente solidario ya que reduce las desigualdades, además de culturalmente enriquecedor y ambientalmente respetuoso.
El problema de la falta de profesionalización de ha visto incrementado por otra cuestión, y es que en general los proyectos hasta la fecha se han puesto en marcha con la ayuda de la cooperación al desarrollo y de ONG’s, que con toda su buena voluntad han ayudado a estas comunidades a apoyarse en el turismo como una fuente generadora de riqueza. Pero la buena voluntad no ha sido suficiente, ya que se ha dado el caso de desarrollar muy buenas iniciativas, en territorios con mucho potencial y atractivos, que luego no reciben visitas. O, incluso, se ha dado cancha a proyectos sin el suficiente atractivo, sólo porque la comunidad vecina ha tenido éxito, cuando las variables en este sector son tan volátiles y la línea que separa el éxito y el fracaso es tan fina, que no hay reglas que te aseguren que esto es blanco o negro. Y el problema es que toda la ilusión con la que se parte se puede convertir en desidia y desconfianza.
¿Qué estrategias se pueden seguir a la hora de comercializar los proyectos de turismo rural comunitario? Las principales dificultades han sido hasta la fecha que la mayoría de organizaciones comunitarias, apoyadas en ONG’s, han buscado su principal mercado en el turismo extranjero y, con la actual situación, la crisis económica internacional en los países emisores ha reducido la capacidad adquisitiva en gastos de ocio. Además, el incremento del precio del petróleo ha aumentado los precios de los billetes de avión y cada vez más hay una conciencia más extendida de la huella ecológica que dejamos con los viajes de larga distancia. Bajo mi punto de vista, por lo tanto, se ha de potenciar los viajes de proximidad y una propuesta de turismo comunitario, situada en América latina por ejemplo, no tiene porqué depender de turistas procedentes de Europa, sino que puede encontrar oportunidades mucho más cercanas.
La cuestión es que se ha tendido en exceso a reproducir el típico esquema neoliberal de especialización, para alcanzar así ventajas competitivas, cayendo en una excesiva dependencia de unos pocos factores externos. En lugar de presentar al turismo como una fuente de diversificación, a muchas comunidades se les ha presentado como la única solución a todos sus males, abandonando sus actividades tradicionales y apostando todo a una carta. La actual coyuntura ha demostrado que el precio y el riesgo han sido demasiado altos y muchas de estas comunidades rurales se han visto luego, literalmente, con una mano delante y otra detrás. Además, muchas ONG’s consideran que las organizaciones comunitarias pueden beneficiarse del desarrollo de mega-proyectos turísticos, aunque eso creo que es una contradicción, ya que sería como legitimar a los mismos actores que están dinamitando las posibilidades de subsistencia del sector indígena, ya que se basan en la sobreexplotación de recursos necesarios para el desarrollo rural de base campesina como el agua o la tierra.
Otro problema muy generalizado ha sido la proliferación de certificaciones que regulen este tipo de turismo, como ocurre también de forma más general con el turismo responsable o sostenible. Esta proliferación no es buena, ya que incrementa los costes de los productores para hacer frente a los altos gastos que suelen conllevar. Al final, sólo unas pocas comunidades pueden acceder a costearse estas certificaciones y se terminan incrementando las desigualdades, en lugar de paliarse. Al final, el poder político que decide qué es comunitario y que no, no se concentra en las propias comunidades sino en los países desarrollados de origen, que deciden que es promocionable y que no, dando la certificación o negándola.
En el fondo, la solución no es ninguna panacea. Realmente, no se pueden lograr mercados alternativos sin construir estructuras políticas controladas por las propias organizaciones comunitarias de campesinado y grupos indígenas. Tienen que ser ellos mismos, a través de redes nacionales, agrupaciones y guías de turismo comunitario, las que tienen que decidir que entra y que no entra y, sobre todo, porqué. Las propias iniciativas son las que, de alguna manera, tienen que dar garantías a los propios turistas sobre la autenticidad y el valor de sus proyectos. Estos son los mejores cimientos en torno a los que desarrollar adecuadas estrategias de comunicación y comercialización del turismo rural comunitario.
Muy buena reflexión Javier. Estoy totalmente de acuerdo contigo, em primer lugar lo importante es fortalecer la propria estructura política de la comunidad, sin olvidar trabajar por la igualdad de género. En segundo que el turismo sea un medio para el fortalecimiento de esta comunidad no el fin en sí mismo.
Aparte de todo lo que habéis dicho, yo creo que hay que subrayar que muchos proyectos de TRC son creados por agencias de cooperación. Ponen el proyecto en marcha pero cuando se van la mayoría fracasan porque los cimientos donde descansaba el proyecto eran demasiado endebles.
Es una irresponsabilidad de las agencias promover proyectos así y luego olvidarse de su continuidad…
Hola Javier, me gusta que comentes este tema pues estoy en una ONG que precisamente se dedica a este tema, el turismo responsable.
Se creó en el 2005 (turismo justo) precisamente ante tu misma reflexión se planteó que se debía crear una ONG formada por profesionales del turismo para que:
-Primero: Se sensibilizara a la sociedad sobre el turismo responsable.
-Y segundo: se desarrollaran proyectos de cooperación internacional de desarrollo turístico que no caigan en ningún «saco roto» es decir poder garantizar tambien (dentro de unos límites) la comercialización del producto.
Pues todo profesional de turismo sabe que de poco sirve crear un producto turístico si luego no se puede comercializar (tanto a nivel nacional como internacional).
Reflexionabas sobre la necesidad de comercializarlos por proximidad, creo que, como todo, depende, hay que realizar un análisis exhaustivo de su situación, competencia, flujos turísticos… para garantizar su continuidad en el tiempo.
Y repito, «zapatero a tus zapatos» muchas veces se utiliza el turismo como una «Kimera» muchas veces a priori con objetivos imposibles y por lo que he podido conocer cuando detrás hay un profesional se suele garantizar su continuidad en el tiempo.
Saludos
Hola Berta:
Muchas gracias por tu comentario, igual que a Maira y a Carlos que ya sabemos que son habituales del blog.
Conozco a Turismo Justo. La empresa en la que yo trabajaba anteriormente cedió producto en la subasta solidaria que organizásteis en Fitur 2009 y, además, he realizado este año el curso de Turismo Responsable que organizáis a través de la Universitat Oberta de Catalunya y del que Carles Tudurí es director.
Estoy de acuerdo con lo que expones. Turismo Justo es una buena muestra de cómo se puede compaginar la cooperación al desarrollo, en este caso dentro del turismo, bajo la tutela de profesionales. Lo de «zapatero a tus zapatos» es una frase que viene como anillo al dedo.
Seguramente tienes razón en el necesario análisis previo de cada proyecto, para determinar si el turismo de proximidad es la opción más adecuada, aunque dada la actual coyuntura es una opción muy a tener en cuenta.
Sólo me queda felicitaros de nuevo por vuestra labor e invitarte a participar, tú y los demás, en nuestro blog siempre que queráis. Las puertas de Ecotumismo están abiertas.
Saludos.
Muchas gracias Javier y mucha suerte con Ecotumismo. Estamos en contacto!
Hola Berta,
cómo podría colaborar con Turismo Justo??? pertenezco al sector turístico y me gustan los temas de cooperación. Cómo me puedo poner en contacto con la ONG?
gracias!