¿Cuando piensas en la palabra ecología, que se te viene a la mente?
Probablemente, la defensa y protección del medio ambiente… pero si hacemos un análisis etimológico podemos encontrarnos con una sorpresa: ecología procede del griego «οίκος» oikos = «casa» y «λóγος» logos = «conocimiento». Esto implica que hablamos de un concepto que va mucho más allá de la simple defensa y protección del medio ambiente, que estudia a los seres vivos en conjunto, a su entorno y la interacción que surge de esa relación. Es más, según el propio diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la ecología es una parte de la sociología, que estudia la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social. El conocimiento de nuestra casa y cómo nos movemos en ella, con todo lo que implica.
Efectivamente, la ecología es un término muy amplio que forma una parte muy importante de la filosofía que nace de Ecotumismo y que incide en la raíz de la naturaleza misma de la existencia humana: las relaciones sociales. Por ello, defendemos la búsqueda de un equilibrio, no sólo con la naturaleza que nos rodea sino también con los seres humanos con los que convivimos. En esa línea, la ecología y las prácticas sostenibles deben ser un nexo de unión fundamental e indisociable a todos nosotros, no un punto discordante. De hecho, asistimos a un bombardeo indiscriminado del prefijo ECO, en la mayoría de los casos por un uso partidista y ventajista propio de la moda del momento, por lo que nos conviene a todos distinguir que implica su uso.