Hoy, Día Mundial del Turismo, os dejo con este artículo que he publicado en el monográfico ‘El impulso del sector turístico español» de la revista Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) /// En una época de crisis financiera como la actual, las oportunidades de negocio escasean y hay que agudizar el ingenio ante el riesgo de cualquier actividad de perderse en el olvido. El sector turístico no es una excepción y, ante la presión que ejercen las grandes multinacionales a la hora de buscar nuevos nichos de mercado, muchas buenas iniciativas, más pequeñas y modestas, por buenas que puedan ser, se quedan por el camino. Si hubiese que buscar el nicho de mercado estrella en estos tiempos que corren, ese sería sin duda la sostenibilidad en el turismo. Asistimos a un continuo e incesante debate acerca de la necesidad o no de un cambio de modelo turístico, de la necesaria implantación de políticas relacionadas con un turismo más responsable y sostenible y, sobre todo, de la percepción que tiene el turista y el público hacia ese cambio.
En este sentido, mucha veces el gran público tiene interiorizado que para practicar un turismo responsable es necesario marcharnos hacia países del sur, cuando debería ser algo transversal a cualquier tipo de viaje. Ser responsable en el turismo implica ser consciente de los impactos que generamos con nuestras acciones, tanto por parte del turista como del actor turístico con el que interactúa. En todo este marco de decisiones éticas y personales, surge la sostenibilidad del modelo como una visión a largo plazo de los impactos de la actividad turística. Esto significa que para contar con un modelo sostenible, se requiere ser responsable con las decisiones personales que se toman y viceversa. Por eso, conviene destacar que para practicar todo esto no hace falta salir de España: aquí contamos con destinos de proximidad de gran potencial, que además conllevan unos desplazamientos con una huella ecológica inferior.
La salud del sector turístico, no sólo en España sino a nivel mundial, se ha medido históricamente en términos de cifras relativas: la cosa va bien a poco que las llegadas de visitantes repunten, sin pararnos a pensar en el cómo ni en el porqué. El sector turístico es muy cambiante y, para bien o para mal, depende en buena medida de factores externos. Pensar que no tenemos nada en lo que preocuparnos por haber recibido un 10 o un 15% más de visitantes este verano en España, sería un error estratégico de difícil calibre. Siempre se ha hablado de cuestiones como la necesaria diversificación de nuestro modelo y eso es algo que, ahora más que nunca, se hace imprescindible. Nos guste o no, el modelo de Sol y Playa ha sido la gallina de los huevos de oro en torno a la que hemos crecido, pero muchos destinos de costa han transformado su fachada y su idiosincrasia, haciéndose a los usos y costumbres de los visitantes y perdiendo en muchos casos su identidad.
¿Acaso hay alguien que no admite que España es mucho más que eso? No todo está perdido y hay algunas tendencias que favorecen la apuesta y desarrollo de otro tipo de turismo, más sostenible en términos no sólo medioambientales, sino también económicos, sociales, paisajísticos y culturales. El ecoturismo como forma de viaje responsable, desarrollado en espacios naturales con un componente educacional, que permite una protección del medio ambiente y un bienestar de la comunidad local, ha aumentado un 20% y ha motivado un 15% más de desplazamientos turísticos a nivel mundial según la OMT. Si algo nos sobra en España son espacios naturales y potenciales productos en torno a nuestro mundo rural y a nuestras tradiciones y cultura. A pesar de ello, el sector del turismo rural español vive sumergido en una crisis de difícil salida.
Al amparo de subvenciones llovidas de los cielos de la Unión Europea y del boom de este tipo de negocios, durante los últimos 20 años hemos experimentado una multiplicación exponencial del número de casas rurales. La oferta se ha visto incrementada sobremanera, pero la demanda se ha mantenido estable, cuando no ha descendido. Esto ha convertido al sector turístico rural en un conglomerado atomizado de opciones, con una feroz competencia de precios y un desarrollo normativo en torno únicamente al alojamiento, en donde se ha tendido a generalizar peligrosamente una cuestión. La proliferación ha hecho que el consumidor piense que todo turismo rural en la naturaleza implica ecoturismo, cuando no es así.
Al turismo rural hay que aplicarle la misma vara de medir que a cualquier otro producto turístico que pretenda ser sostenible. Debe conllevar una especial sensibilidad por la cultura y tradición local, la sensibilización y educación del que recibe y visita o exigir una redistribución equitativa de los beneficios que genera, de manera que las comunidades de acogida vean compensada la actividad turística que “sufren”. A este aspecto, hay que añadirle otra cuestión en España. La banalización del ocio en el sector turístico rural ha hecho que nos olvidemos en muchos casos de la verdadera esencia del medio rural: al igual que sucede con la industria agroquímica y el uso de los transgénicos, la industria turística rural está fomentando que se abandonen actividades tradicionales como la ganadería o la agricultura que, lejos de ser sustituidas, deben ser complementarias y parte del potencial que atraiga visitantes.
En definitiva, ante este momento de crisis económica, el sector turístico español está obligado a replantearse su futuro y mirar más allá de las cifras y coyuntura pasajera. La solución pasa por la búsqueda de la sostenibilidad del territorio, el equilibrio con las poblaciones locales que habitan en él, fijarnos en las nuevas motivaciones de la demanda y la complementariedad de nuestro obsoleto modelo de Sol y Playa. Viajar de manera que el turista obtenga una experiencia auténtica y unos destinos tal cual fueron concebidos, a la vez que la población local y el entorno obtengan beneficios de esa visita, siempre resulta difícil. Pero no cabe duda que se trata de la raíz misma del concepto de lo que debe ser un viaje responsable… y España tiene aún mucho potencial para conseguirlo y hacer que nuestro modelo camine hacia una necesaria sostenibilidad.
Artículo publicado en el monográfico ‘El impulso del sector turístico español»de la revista Asociación para el Progreso de la Dirección (APD)