Hemos asistido esta semana a un hecho sintomático, más que insólito. La aerolínea estadounidense American Airlines (AA), tercera en importancia en EEUU, y su matriz, AMR Corp, pidieron protección por bancarrota a una corte en Nueva York, tras fracasar en su intento de llegar a un acuerdo laboral con los pilotos y sufrir con el encarecimiento del combustible. Sin duda, la crisis económica y los cambios en los patrones de comportamiento de la demanda de servicios aéreos están detrás de semejante noticia, que viene a ser un reflejo de la realidad a la que están enfrentando la mayor parte de las compañías aéreas de todo el mundo. Sin ir más lejos, en España y en Europa en general, las low cost aéreas marcan el camino a recorrer y las grandes compañías tradicionales llevan años remando a contracorriente. A pesar de que el servicio que ofrecen a veces deja mucho que desear y la atención que recibe el viajero queda lejos de antaño, las cifras hablan por sí solas: Ryanair, EasyJet y Vueling se quedan con el 90% de los nuevos pasajeros de todos los aeropuertos de España. Dejando las cifras porcentuales a un lado, estas compañías son directamente responsables de casi 10 de los 11 millones de pasajeros en que ha aumentado el tráfico aéreo en España durante 2011.
Las cifras parecen ir más allá de conclusiones relacionadas con la crisis. No en vano, según datos de AENA, los aeropuertos superaron entre enero y octubre los 178,5 millones de viajeros, con un incremento del 6,8% en relación al año anterior. Por lo tanto, los usuarios crecen pero cambian las preferencias. De hecho, la polémica Ryanair hace meses que superó a la antes todopoderosa Iberia como principal compañía en el mercado aéreo español. El gigante irlandés del low cost ha disparado su cifra de pasajeros en España más allá de los 30,4 millones entre enero y octubre, con un fortísimo incremento del 33%.
Estas cuestiones esconden de trasfondo varias conclusiones. Queda demostrado, una vez más, que el sector turístico y de los viajes es muy volátil, influyendo en el devenir de los acontecimientos muchas cuestiones a las que hay que saber adaptarse para triunfar. Hoy en día, el viajero medio se deja asesorar poco y se ha convertido en un experto buscador de ofertas y propuestas, de viaje, de vuelos, de hoteles y de actividades por Internet. Viajes a medida y por sí mismo y, en ese contexto, las compañías aéreas low cost le tienen la batalla ganada a las tradicionales.
Otra cuestión sería analizar el asunto bajo el paraguas de la sostenibilidad. Se dice que los viajes en avión suponen más del 40 por ciento del total de emisiones de CO2 que se emiten a la atmósfera y, si tenemos en cuenta que las compañías aéreas low cost ahorran hasta con los más insignificantes detalles, hablamos de un impacto mayor. Eso por no hablar de las lluvias de subvenciones que, durante años, han promovido innumerables destinos, convencidas de la importancia estratégica de contar con este tipo de vuelos para atraer a turistas.
La sostenibilidad económica de un modelo de negocio que, en buena medida, ha crecido gracias a los beneficios fiscales y a las subvenciones por estar presentes en determinados destinos está en entredicho. En una situación marcada por la crisis económica y la caída generalizada de la demanda, las subvenciones a las aerolíneas low cost han sido vistas como un arma táctica de gran valor. Con ese contexto, hoy en día se puede afirmar que el monstruo ha crecido tanto que el nivel de dependencia destinos-low cost está en un punto de difícil retorno. Mientras tanto, las aerolíneas tradicionales buscan una alternativa para salir del fuera de juego en el que llevan años instaladas…
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