Definitivamente Barcelona parece caminar con paso firme el mismo camino que, no demasiado tiempo atrás, han recorrido otras ilustres ciudades europeas que viven en la cúspide del turismo como Roma o Venecia. Cúspide según la óptica desde la que se mire por supuesto… La Asociación de Vecinos de Ciutat Vella, el colectivo vecinal del centro de la ciudad (de largo la zona más visita y masificada de turistas), ha puesto en marcha una campaña para tratar de concienciar a los visitantes sobre el coste y las molestias que generan a los habitantes del casco antiguo. El objetivo es tratar de fomentar un turismo más responsable, que permita a los ciudadanos seguir haciendo su vida normal y a los turistas disfrutar de su visita y de los encantos de la ciudad de una manera cívica y ordenada. La acción se ha centrado en la difusión de un millar de ejemplares de un folleto en siete idiomas (catalán, castellano, italiano, inglés, alemán, francés y ruso), que también está disponible para descargar en el portal de la Asociación.
En este punto, cabe recordar que Barcelona es la primera ciudad del mundo certificada como destino turístico sostenible por la marca Biosphere, algo a todas luces difícilmente comprensible desde mi punto de vista si atendemos a quejas como esta. También cabe preguntarse cómo es posible que se haya llegado a esta situación, en la que los vecinos tienen que tomar la iniciativa ante la inacción tanto de la administración como de los principales lobbys turísticos, tan activos cuando les interesa… No estaría de más que los mismos hoteleros que han puesto el grito en el cielo en contra de cualquier tipo de impuesto o tasa turística, ya lleve el prefijo ECO delante o no, se preocupen por ofrecer un producto turístico de calidad, con el que la población local se sienta identificada. La gallina de los huevos de oro tiene un límite y no vale con declaraciones populistas y oportunistas aprovechando la crisis para justificarlo todo. Determinados modelos como este, que no llegan a ser ni pan para hoy, imaginemos el hambre que pueden causar mañana.
Unos hoteleros que, por cierto, ya han dado el visto bueno a la tasa turística que se comenzará a cobrar en Cataluña en los próximos meses. Menos mal que lo han hecho por responsabilidad… ¿Dónde ha estado esa responsabilidad hasta ahora? Que no nos extrañe cuando veamos como el resto de regiones españolas toman el mismo camino… Ha tenido que venir una crisis económica brutal como la actual para que se termine imponiendo una tasa turística, aunque sus fines sean de todo menos medioambientales o de protección del destino. Los últimos presupuestos generales del Estado en España prevén un recorte del 30% en promoción turística y, ya puestos, hay que buscar ese dinero de donde sea. Como dice el dicho, si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar… así que Cataluña será la primera de otras muchas en buscar nuevas vías de ingresos ante la impasible tijera institucional. Cuando hay intereses económicos de por medio, todo es justificable y siempre es mejor cobrar impuestos a los que nos visitan que a la propia ciudadanía, aunque a este ritmo tiempo al tiempo…
Volviendo al folleto repartido por los vecinos de Barcelona, lo cierto es que no tiene desperdicio. En él se recogen algunos de las principales amenazas que ya está causando la actividad turística, tal y como mayoritariamente se viene desarrollando en los últimos años. Problemas que pasan por una masificación insostenible del centro de la ciudad, atestada de visitantes durante buena parte del año, pero principalmente en fines de semana, puentes y, en general, en época primaveral y estival con el buen tiempo. Esta masificación genera dificultad en la movilidad cotidiana de los habitantes locales en determinadas zonas de la ciudad y hacen daño al tejido social, con una cada vez menor presencia de ciudadanos, de comercios y en definitiva de vida local. La inflación de los precios, tanto de servicios como de productos, junto con la disminución de espacios públicos para los vecinos, está conformando un cocktail de difícil salida.
La administración tampoco se queda atrás. La Asociación de Vecinos de Ciutat Vella hace mención en el texto del folleto que al gobierno local no le interesa regular la situación a la que ha llegado el turismo en la ciudad. Esto es algo que uno entiende después de leer las declaraciones de la concejal Mercè Homs del ayuntamiento de Barcelona, al hilo de las quejas recibidas por el exceso de ruido en torno a la catedral de Santa María del Mar en el Born. Homs dijo, poco más o menos, que tampoco es para tanto ya que “sólo quedan un par de vecinos” por allí. Precisamente, CIU (partido en el gobierno y en el que milita Mercè Homs), con el apoyo del PP, planea una modificación del Plan de Usos de Ciutat Vella.
El objetivo de dicha modificación del plan es el de aumentar las plazas hoteleras, algo que seguro acabará con el rastro de población local de determinadas zonas del centro, priorizando las supuestas necesidad de los turistas. Luego, cuando escucho que más de la mitad de las plazas hoteleras se quedan vacías cada día en España, me entra la risa viendo a políticos y empresarios turísticos vender la necesidad de aumentar las camas y la capacidad de un destino, aludiendo al progreso, el aumento de los ingresos y la creación de empleo. Por el contrario, especialmente en el centro de Barcelona, el mobbing inmobiliario y los pisos turísticos acaban aflorando y causando más daño a la población local que otra cosa. Todo tiene un límite y la duda radica en saber cuando se dirá definitivamente basta. Me temo que lo del folleto es sólo un primer paso…