Son muchos los atributos que hacen de Andalucía una de las regiones españolas con mayor diversidad de atractivos y productos turísticos que ofrecer al visitante. Más allá del buen clima, de la cercanía de sus habitantes y de las posibilidades que ofrece el litoral, se trata de la región con la red más importante en superficie y en número de espacios protegidos de la Unión Europea. Con 247 espacios que, en conjunto, abarcan una superficie de unas 2,8 millones de hectáreas, el abanico de ecosistemas, de fauna y flora autóctona y de recursos naturales o culturales ligados a ellos constituyen un valor añadido difícilmente cuantificable.
Hace unos días tuve la ocasión de comprobarlo de primera mano, gracias a la invitación a participar en un blog trip por Sierra Morena de la mano de Andalusian Widerness, una asociación de empresarios de turismo de naturaleza en Andalucía que agrupa a 330 miembros. Un viaje que me ha descubierto una parte de Andalucía desconocida para mí, ya que a pesar de haber vivido durante tres años en Málaga y de haber visitado todas sus provincias, cada vez que vuelvo descubro cosas nuevas. Ese es precisamente el encanto que tiene una tierra tan diversa como esta. El viaje me ha dejado el gusanillo de haber conocido una región, la de Sierra Morena, y una iniciativa, la de Andalusian Wilderness, con muchísimo potencial. También me ha dejado algunas reflexiones que por supuesto quiero compartir en Ecotumismo.
Sumergirte en Sierra Morena es adentrarte en los recursos naturales de una sierra que abarca mucho territorio y que no siempre está en la primera línea de los destinos andaluces. Eso a pesar de sus muchas posibilidades no sólo en la vertiente de naturaleza, sino también en la etnográfica o cultural. Hablamos del relieve más antiguo de Andalucía, surgido en la Era Primaria y que constituye el límite con la meseta central de la Península Ibérica. Transcurre por Huelva, Sevilla, Córdoba y Jaén y debe su nombre a materiales geológicos como las pizarras o las cuarcitas que, junto con el bosque mediterráneo que lo cubre, le dan un tono oscuro muy emblemático. Su relieve desgastado, con cimas redondeadas y la erosión hídrica marcando el paso durante millones de años, le han dado una identidad al paisaje sin apenas comparación en otras regiones andaluzas.
Resulta curioso observar una dicotomía que ha marcado el paso del ser humano por estos territorios. Los materiales de los que está formada la Sierra Morena hacen que el suelo sea muy pobre y pedregoso para la agricultura, lo que contrasta con la riqueza del subsuelo en todo tipo de yacimientos minerales, extraídos en algunos casos desde la época romana. Es el caso por ejemplo del monumento natural Cerro del Hierro, en el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla, en donde el aprovechamiento minero se mantuvo durante muchos siglos conformando un paisaje con formas y colores únicos.
Más allá de la importancia del hierro, el cobre, el plomo o el carbón, así como de la utilización de muchos espacios y fincas para fines cinegéticos, hablar de los usos del territorio es hablar, inevitablemente, de los espacios agroganaderos. El más singular de todos, la dehesa. Un ecosistema de incalculable valor ecológico y que, no lo olvidemos, lleva la impronta del hombre, que constituye en mi opinión uno de los rasgos identitarios más marcados de la Sierra Morena. La palabra dehesa viene del participio latín defensa. Su significado proviene de la necesidad, en la época de la ocupación musulmana, de aligerar los tupidos bosques mediterráneos de matorrales, sobre todo en los entornos de los núcleos de población, para prevenir emboscadas por sorpresa.