Son sólo unas horas en coche, pero al volver de allí parecen haber pasado siglos. Tan cerca como ajeno al tiempo vive el Courel, en el corazón de Galicia. De regreso en la ciudad, abrumados por el tráfico y la resaca de un jet lag milenario, se diría que fue mentira, que no puede existir tan cerca un lugar tan gigantesco, fascinante y vivo, al margen del presente. No hay mayor triunfo que el de allí donde prospere la vida, pero el «mundo real» de las pantallas lo discrimina como si nada ajeno al hombre pudiera aventajarlo y tener éxito o dar fruto sin depender del progreso. Y sin embargo es así.
Al descubrirlo se invierten las tornas: lo irreal y prescindible pasa a ser ese mundo artificial e inerte amplificado por pantallas y aislado de toda forma de vida, de todos los demás actores del planeta; lo real y presente es el mundo orgánico al que somos ajenos, fuera del interés mediático y de mercado, allí donde tiene lugar la vida que da sentido a la Tierra, donde ésta está más viva: «La mitad de la flora de Galicia está en el 5% de su territorio, aquí», advierte Javier Guitián, catedrático de botánica dela USC e impulsor y anterior director dela Estación Científica del Courel, región a cuyo estudio ha consagrado 30 años y cuya riqueza extiende a la fauna (búhos reales, lobos, osos, corzos). ¿Y semejante crisol de vida y fuente de juventud carece aún de reconocimiento público y medioambiental? Su única protección,la Red Natura 2000, es mínima y depende dela Unión Europea.
La figura de Parque Natural sigue siendo un sueño para vecinos, emprendedores, científicos y ecologistas, que ven impotentes cómo este último bastión de la naturaleza autóctona gallega también se despuebla y corrompe amenazado por la sombra de explotaciones mineras y madereras.La Nada que Michael Ende cernía sobre Fantasía toma aquí forma de globalización y especulación caciquil: extensión de monocultivos de pino y eucalipto sobre tantas y tan diversas formas de vida al resguardo de castaños, robles, tejos o abedules; minas y cortafuegos como cráteres, cicatrices y heridas abiertas en la carne de la densa masa arbolada que recubre la montaña; abandono sistemático dela Xunta, la institución que más debiera velar por la naturaleza autóctona que dio lugar al patrimonio cultural gallego; el olvido social, el envejecimiento de la población, la falta de asistencia médica y educativa…
La sierra del Courel, en el extremo oriental de Lugo, es «el territorio más valioso de Galicia desde el punto de vista biológico», según Guitián, un hábitat único en el que el absoluto imperio de la naturaleza, conservado por un cinturón de montañas altas y antiguas como centinelas, preserva las condiciones ideales para la biodiversidad y proyecta aún su mágico influjo sobre las poblaciones humanas, con una autonomía y un calendario propio muy a destiempo del marcapasos mediático y la transfusión eléctrica que rigen el funcionalismo del mundo exterior.
Doy fé de que O Courel es un paraiso en si mismo, mi pequeño y particular Paraiso.