Romántica, mítica, joven… Así nos ha parecido Alemania. No la Alemania austera que sale en la tele, sino la de verdad. No es casual que uno de los países más industrializados del planeta, cuarta economía del mundo y primera de la UE, conserve así su naturaleza. Con conciencia ecológica y compromiso sostenible, lidera la reconversión energética y se situa en la vanguardia de las renovables para cumplir los objetivos de Kyoto.
Todo europeo lleva en la memoria un recuerdo más viejo e íntimo que la moneda única: la tradición popular. Las historias, cuentos y mitos que cosechó la tradición oral y recogió la Ilustración en fábulas elevadas hoy a Patrimonio Universal. Todas ellas remiten a una Europa primitiva y boscosa, poblada de castillos, animales y brujas. Una Europa de cuento. Hoy, la imagen urbanita de la UE ha logrado suplir nuestra idea de Europa como continente, olvidando que el 90% de su superficie sigue siendo un vergel, el vasto escenario medieval, renacentista o romántico que pintó el imaginario occidental con paisajes de fantasía que inspiraron en el s. XX el universo Disney. Así, por las lagunas del interés mediático, desconocemos la Europa de siempre, la real y pedestre, sin fronteras.
Esa Europa pervive ajena a la UE, en los bosques y ríos a lo largo de los cuales articuló sus reinos, ríos venidos de confines míticos como los Alpes o la Selva Negra que hoy corren exactamente igual que entonces. No hay mejor forma de redescubrirla y volver a ella que a través de sus caminos, saliendo de la red (vial y mediática). A pie. A otro ritmo… Lo hemos hecho en Alemania, de donde viene buena parte de la naturaleza mítica europea, como los cuentos de los Hermanos Grimm o el romanticismo natural de Schiller y Wagner. Alemania pone hoy en valor esa naturaleza desde su mapa de destinos sostenibles, ofreciendo al viajero sus viejos senderos, bosques y castillos, para recorrer a pie, en tren, en barco, en bici. Nosotros elegimos dos zonas, y tras verlas, aún no sabemos si estuvimos en Alemania o en la mítica Germania: tabernas, cerveza artesanal, bosques, y sensaciones muy nuevas.
Nuestro viaje sostenible duró 5 días, de los que daremos cuenta en el blog. Desde la capital ecológica alemana, Friburgo, ciudad universitaria donde florece el barrio ecológico de Vauban, modelo mundial de urbanismo sostenible que recorrimos en bici, a la Selva Negra o la elegante Baden-Baden. Y desde el valle del Rin hasta el Mosela, donde hicimos una inolvidable ruta de senderismo por bosques de cuento. En conclusión, Alemania ha sabido preservar su naturaleza mítica poniendo en valor sus recursos al dar a sus gentes grandes facilidades: la red de transporte público articula el país desde las grandes ciudades a los menores pueblos, con una regularidad y precisión relojera en trenes, buses, tranvías o teleféricos deslumbrante. El triunfo de la bici y la tecnología al servicio de la naturaleza (las renovables o la reutilización de envases), fueron también dos grandes sorpresas.
Al entrar en los paisajes germanos creíamos entrar en ilustraciones populares, en un mundo más artístico y mítico que real. Era el mundo artesano, hecho de naturaleza, donde lo biodegradable es comestible al tiempo, y donde la orfebrería natural de las casas, talladas de madera, hace más reales las casas de chocolate o de caramelo.
Alemania en 5 sentidos.
Vistas: los bosques y relojes de cuco de la Selva Negra.
Olores: al Speck y el Flammkuchen de Vogtsbauernhof.
Sabores: al vino blanco y dulce del Mosela.
Sonidos: de los tranvías y los Bächle o antiguos riachuelos por las calles de Friburgo.
Tacto: del agua caliente mientras llueve, en las termas al aire libre de Baden-Baden.
Qué ganas dan de viajar a Alemania! Nos habéis abierto las ganas….
Muy interesante el post.
conozco la Selva Negra y es tal cual se muestra en este post. Todo el mundo debería pasar por allí alguna vez para ver la perfecta fusión
entre cultura, tradición, naturaleza y personas