Mucho se habla últimamente del concepto de sostenible, unas veces con conocimiento de causa y otras muchas por interés puntual o circunstancial. Dicho esto, me gustaría reparar en un caso cuanto menos especial. Benidorm se ha erigido durante años en símbolo de un turismo de masas incipiente en España desde los años 60, sinónimo del ladrillo y de la construcción en vertical. Hoy en día, muchas son las voces que lo venden como un ejemplo de modelo sostenible. ¿Es compatible el ladrillo y la masificación con el concepto de sostenibilidad? ¿Qué es para ti un destino sostenible?
Benidorm empezó en esto del turismo como tantos y tantos lugares de la costa española. Un cúmulo de circunstancias, con hambrunas, malas cosechas con plagas de por medio y problemas derivados de las malas condiciones de pesca, propiciaron que el turismo se erigiera en su día como la tabla de salvación. En un contexto como aquél, con una postguerra muy dura y todavía bajo los dominios de la dictadura franquista, las oportunidades de prosperar escaseaban, por lo que cualquier cosa se podía dar por buena.
El nucleo urbano comenzó entonces a crecer hasta convertirse en lo que es hoy. Un símbolo de un tipo de turismo masificado, familiar o de gente joven, en donde predomina la construcción en vertical como en ningún otro destino de nuestro país. Sólo hay que ver la foto para darse cuenta de que no es ninguna exageración. La cuestión es que, de un tiempo a esta parte, es cada vez más común escuchar y leer que Benidorm es un modelo de turismo sostenible. Los defensores de este postulado se apoyan en diversas cuestiones que no dejan de ser ciertas: dada la gran capacidad de camas que tiene Benidorm, cualquier otro modelo de construcción, más horizontal, sería una auténtica locura. Así, cuestiones como la recogida de residuos o la implantación de energías renovables en forma de placas solares son mucho más fáciles de implantar.
Pero, llegado a este punto, me encuentro con que justo hoy se han publicado las conclusiones derivadas del V Foro Europeo de Turismo Social, celebrado en Málaga este pasado fin de semana. En el caso que nos ocupa, resultan muy esclarecedoras las declaraciones del austríaco Christian Bamgartner, secretario general de la organización Internacional Amigos de la Naturaleza y promotor de turismo sostenible. Bamgartner viene a decir, entre otras cosas, que buena parte de la industria turística aún percibe al turismo sostenible como un nicho de mercado, como si solo interesara a una pequeña franja de la población. Y de hecho, añadió este experto, la mayoría de los consumidores «no saben lo que significa realmente la sostenibilidad». En este contexto, claro está, «los destinos turísticos sostenibles han sido los ganadores de la crisis, puesto que no la han sufrido», afirmó el austríaco.
Por lo tanto, volvemos al punto inicial: ¿ser sostenible es una moda del momento que te pueda dar una ventaja competitiva o es algo que debe ser INHERENTE a cualquier actividad? ¿Realmente se ve como un nicho de mercado similar a lo que puede ser el segmento rural o de city breaks por ejemplo? En términos turísticos, el concepto de sostenible se suele ligar a la capacidad máxima de carga de visitantes que tiene un destino en concreto, sin afectar e interferir en el espacio natural que le rodea o en las costumbres del lugar por ejemplo.
En este sentido, las cifras se suelen dar mucho en prensa como fórmula para incrementar el impacto de una noticia, pero es que creo que en este caso conviene adentrarnos en ellas. Benidorm recibió en 2008 1.664.210 turistas, que conllevaron 10.459.462 pernoctaciones. Para que os hagáis una idea, fue la tercera ciudad española en número de pernoctaciones, sólo superada por Madrid (13.975.149) y Barcelona (11.624.466). En lo que a cifras de turistas, por dar sólo un par de datos comparables, Ibiza y Formentera recibieron conjuntamente en 2008 alrededor de 1.900.000 turistas, mientras que un país eminentemente turístico como Cuba alcanzó los 2.300.000 turistas.
Con 70.000 habitantes fijos durante todo el año y poco más de 38 km2 de superficie, está claro pues que los 1.664.210 visitantes de Benidorm, para tratarse de una ciudad tan pequeña, son muchísimos. Por lo tanto, es evidente que tiene que contar con una capacidad hotelera y de servicios detrás para poder hacer frente a esta avalancha. Pero es aquí cuando surge la pregunta clave: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? O lo que viene a ser lo mismo: ¿allá por los 60 y 70, en pleno crecimiento urbanístico desbocado de Benidorm, a alguien se le ocurrió poner en marcha este tipo de construcciones verticales porque eran sostenibles? ¿O más bien es que, ahora que ya está todo construido y no hay marcha atrás, no queda otra que venderlo como tal?
Yo no digo que Benidorm no sea ejemplo de muchas cosas. Pedro Zaragoza, alcalde franquista de la época y principal promotor del turismo allí, fue en parte un visionario. Además de pelearse con la Iglesia y el régimen por permitir el uso del bikini, en 1956 impulsó un plan general que convertía todo el término municipal en edificable, salvando la ilegalidad adhiriendo planes parciales. El principal acierto fue dejar entrar a los urbanistas antes que a los constructores, lo que dio paso a los primeros edificios de 16 alturas orientados al sur, sin hipotecar la vista al mar a la primera línea, con grandes espacios para piscinas, campos de tenis y jardines. Pero lo hizo porque pretendía abrir la ciudad a las clases medias, que eran el futuro del consumo y los acontecimientos demostraron que la suya fue una visión pionera, pero pionera del turismo de masas.
El resultado, hoy en día, es que Benidorm tiene por igual defensores y detractores. Los defensores se apoyan en que el modelo de la ciudad es único, porque sólo así se puede sostener un crecimiento como el que ha tenido, con el consiguiente beneficio económico que ha supuesto para sus habitantes durante los últimos 40 años. Para otros muchos, no es modelo de nada y sólo se trata de un océano de hormigón, que puede ser cualquier cosa menos un ejemplo de sostenibilidad. Saquen sus propias conclusiones, pero esta semana publicaré otra entrada en la que expondré lo que es para mí un destino sostenible. Benidorm será muchas cosas, pero no creo que sea un destino sostenible. No nos conviene desvirtuar un concepto que, más que una moda pasajera, es una NECESIDAD a tener en cuenta ya.
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Benidorm: ¿modelo de turismo sostenible?…
Mucho se habla últimamente del concepto de sostenible, unas veces con conocimiento de causa y otras muchas por interés puntual o circunstancial. Dicho esto, me gustaría reparar en un caso cuanto menos especial. Benidorm se ha erigido durante años en sí…
[…] destinos turísticos, y es que por encima del turista está el habitante local. Segunda reflexión: ¿se pensó en Benidorm, con su “ahora” modelo sostenible por bandera, en construir todos esos r… Creo que […]
[…] este punto confluye de nuevo un planteamiento que no es nuevo en Ecotumismo. A simple vista, siempre solemos asociar el concepto de sostenibilidad a destinos poco o nada […]
Ay que CUIDAR TODO turismo y planeta
Matrimonio Interno español
Buen post, buen debate.
Mi opinión: Soy de Alicante capital y me gusta mucho la naturaleza, las playas, el medio ambiente. Modelos como el de Benidorm han promovido en nuestra zona que otros municipios intenten imitar este modelo «sostenible», para hacer $, $, $ostenible y se han cargado la mayoría (por no decir todos) los recursos naturales que teníamos en la Costa Blanca. Ahora más que Costa Blanca, somos Costa de Cemento. Después de 6 años de vivir en el extranjero he regresado a Alicante para ver que todo ha cambiado, pero a peor. Más edificios, menos espacios naturales, más paro, menos recursos. ¿Cómo nos lo vamos a montar ahora? ¿Qué nos queda? Vamos a tener que hecharle mucha imaginación…
Benidorm = no sostenible.
Un saludo.
Mi criterio sobre Benidorm y otros municipios similares repartidos por gran parte de la costa Mediterránea española es tan simple como egoísta: mientras más sujetos se sientan atraídos por estos lugares, más probabilidad existe de que nadie invada la playa de aguas azul turquesa y arena blanca y fina situada frente a mi hogar. Para qué entrar en discusión si Benidorm es o no un lugar agraciado si ya se sabe de antemano que hay tantas opiniones como personas. Personalmente, prefiero escuchar el batir de las olas sobre la playa solitaria que tengo frente a mi casa y no los gritos y las palmas de un grupo de energúmenos borrachos, o el paso de varios tarados con “músicas” estridentes a todo volumen en el interior de sus utilitarios. Como español, y aunque el sentimiento de patriotismo no lo tengo muy enaltecido -ni deseo tenerlo lo más mínimo-, prefiero cruzarme con compatriotas y no con turistas extranjeros de baratillo que sólo vienen al país en el que nací para disfrutar por cuatro céntimos de un sol y de un mar de aguas cálidas que no tienen en sus países de origen, sin importarles lo más mínimo España. Y ya puestos a preferir, si no me cruzo con nadie, pues la verdad: mejor aún. Lógicamente, y por puro interés, nunca hablaré mal de Benidorm. A título de curiosidad -la ajena, se entiende-, soy madrileño, del barrio de Argüelles para más señas, donde nací ya hace bastantes años, he de desplazarme a Benidorm, en concreto al Rincón de Loix, por temporadas por cuestiones económicas, y tengo mi residencia frente al océano, en un lugar apartado de todo y de todos, cuya ubicación me reservo para evitar en lo posible que cohetes, músicas estridentes, berridos grupales, vuvuzelas -vuvu: hacer ruido en el idioma zulú-, palmas, vómitos y demás deyecciones de sujetos que sólo tienen en común conmigo el parecido fisionómico consustancial a la especie a la cual pertenecemos, lo acaben manchando. Que Ustedes lo pasen bien en Benidorm.