En el 2013 llegaron más de 12,1 millones de turistas nacionales e internacionales a Canarias, casi medio millón más que en 2012. La tendencia en el bombeo constante de turistas, como motor económico principal del archipiélago, se mantiene en este 2014. A simple vista, unas cifras mareantes que invitan a cualquiera a pensar en espacios deteriorados y masificados. Hay, sin embargo, dos factores a tener en cuenta. Por un lado, cuatro islas aglutinan la mayoría de visitas (Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura). A eso hay que añadir la falta de estacionalidad, con una temperatura agradable y constante a lo largo del todo el año, lo que facilita la llegada escalonada de visitantes, con la temporada alta situada en período invernal. Eso evita, a grandes rasgos, la masificación a excepción de los núcleos turísticos más importantes de las islas más grandes.
Con todo, si de algo me voy dando cuenta con el paso de los años, es que Canarias, a pesar de ser un destino visitado cada año por millones de turistas, sigue siendo una gran desconocida… Suena a contradicción pero, sobre todo para el mercado peninsular, las Islas Canarias siguen siendo sinónimo de sol y playa, lo que es una visión tan reducida como simplista de un archipiélago con un potencial natural, medioambiental y con una diversidad de paisajes y climas tan variopintos como inusuales para un territorio tan limitado geográficamente. Un claro ejemplo de ello son sus islas más occidentales (La Palma, La Gomera y El Hierro), también las más pequeñas y las que a su vez reciben menos visitantes. Acabo de pasar unos días en La Palma, isla que no pisaba desde hacía nueve años, pudiendo constatar desde una mirada más experimentada los recursos y la dimensión que proyecta como laboratorio de pruebas para un turismo sostenible en todos los sentidos.
Vista desde el Roque de los Muchachos (2.426 m)
La Palma es una isla relativamente pequeña, de unos 743 metros cuadrados y unos 90.000 habitantes, pero muy abrupta y montañosa. El Roque de los Muchachos, con 2.426 metros de altitud, es su punto más alto, un paraje espectacular con vistas a la Caldera de Taburiente, al resto de islas de la provincia de Santa Cruz de Tenerife y que no deja indiferente a nadie. La calidad astronómica del cielo de La Palma hace que en este punto se encuentre el Observatorio del Roque de los Muchachos. Una de las baterías de telescopios más completas del mundo, de diferentes nacionalidades y coordinados por el Instituto Astrofísico de Canarias, entre los que se encuentra el mayor telescopio óptico del mundo. De hecho, la isla cuenta con una Ley del Cielo, que combate la contaminación lumínica (las luces en ciudades son tenues y apuntan bajo, restringiéndose fuera de ellas), lo que congrega ya una incipiente afición al turismo de estrellas o astroturismo.
Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos
El pico del Roque de los Muchachos, punto más alto de la isla
La cosa no se queda ahí. La Palma, conocida como la Isla Bonita, es un paraíso para los amantes del ecoturismo y el senderismo. Declarada en conjunto Reserva de la Biosfera en 1983, el 35% de su territorio está protegido, con el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente como estandarte. Situado en el centro de la isla, sus 4.700 Ha de forma circular albergan una riqueza geológica y una biodiversidad única. El origen de la caldera, como sucede con toda Canarias, viene de sucesivas erupciones volcánicas que datan de más de 500.000 años, con posteriores deslizamientos de materiales hacia la costa. La continua erosión ambiental e hidrológica han hecho el resto, conformando un paraje único en donde el pino canario viste sus escarpadas laderas y el Barranco de las Angustias es la salida natural al mar, confluyendo en él cientos de arroyos y cascadas que caen al fondo de la caldera.
Laderas escarpadas de la Caldera de Taburiente. Bajada desde Los Brecitos
Con altitudes que sobrepasan los 2.000 metros, en su perímetro podemos encontrar no sólo el Roque de los Muchachos, también otros picos relevantes, que albergan numerosa flora y fauna en sus laderas, como Piedra Llana, la Cumbrecita, el Roque de Bejenado o el Roque de Idafe, de importancia vital para los benahoríes (antiguos aborígenes de la isla de La Palma). Bajo su figura, se llevaban a cabo rituales y sacrificios animales en honor a Abora, dios del sol, suponiendo todo un enclave estratégico de gran valor medioambiental y etnográfico. Bañarte en las pozas que salpican el cauce de agua en el fondo de la caldera, rodeado por paredes volcánicas de 2.000 metros de altitud y abrazado por una naturaleza única y exuberante, es una experiencia irrepetible, sin apenas comparación en una isla de dimensiones tan reducidas.
Pozas de agua en el fondo de la Caldera de Taburiente
Paisaje sonoro del cauce de agua en el fondo de la Caldera de Taburiente
Al igual que La Gomera o Tenerife, La Palma alberga en el Cubo de la Galga o en los Tilos muestras únicas de laurisilva, un bosque húmedo de variadas especies de hoja perenne que en el terciario cubría prácticamente toda Europa. Hoy en día, los últimos reductos de esta impresionante huella de la naturaleza están en la Región Macaronésica (Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde). Situado entre los 600 y los 1.400 metros de altitud, se pueden llegar a encontrar hasta 20 especies diferentes de árboles, entre las que destacan el laurel y la haya. También líquenes, los característicos musgos que viven en los troncos de los árboles y así hasta 484 especies diferentes de plantas. El que la laurisilva se haya mantenido hasta nuestros días no se entiende sin la presencia del alisio, un viendo húmedo del nordeste que sopla en Canarias y que propicia la llamada lluvia horizontal. Millones de gotitas de agua que al chocar el viento con los árboles, los líquenes y el musgo, se condensan y caen el suelo, manteniendo una humedad constante a pesar de no registrarse una pluviometría por lluvia especialmente elevada.
Senderos por el bosque de Laurisilva del Cubo de La Galga
En La Palma, además, es posible ver grandes extensiones de plataneras, especialmente en zonas costeras del oeste de la isla. Un monocultivo con sus pros y sus contras que, junto con la llegada del turismo, ha sido el auténtico motor económico de la isla en el último medio siglo. También cascos históricos de gran belleza como el de Santa Cruz de La Palma, su capital. Huellas etnográficas en forma de grabados rupestres, cuevas aborígenes o razas ganaderas autóctonas grabadas a fuego en la idiosincrasia local como la cabra palmera abren un abanico potente de recursos. Eso, unido a oficios ancestrales como los maestros pureros, que con sus manos sabias han convertido a los puros palmeros y a la planta del tabaco en uno de los estandartes más reconocidos de la isla.
Fincas de plataneras en Tazacorte, en la costa oeste de la isla
Por si fuera poco, la abrupta orografía palmera se abre en muchos lugares de costa para ofrecer playas salvajes de arena negra como La Lomada Grande, El Callejoncito o Santo Domingo, en el norte. También charcos naturales esculpidos sobre coladas volcánicas como La Fajana o el Charco Azul, así como kilómetros de costa escarpada ideales para practicar deportes acuáticos como el kayak, la mejor opción para disfrutar de una perspectiva diferente de la isla. La franja marina de Fuencaliente, al sur, entre El Remo y La Zamora, es una clara muestra de ello.
Paseo por la Franja Marina de Fuencaliente. Un recorrido por la tranquilidad de la costa sur de La Palma
Harían falta muchos artículos como este para desglosar y profundizar todos y cada uno de los recursos medioambientales, culturales o etnográficos que hacen que La Palma sea uno de esos lugares que merece la pena visitar al menos una vez en la vida. No corren tiempos fáciles. En términos de promoción turística, una isla depende de una buena accesibilidad y conectividad aérea o marítima para hacerse visible y, en ese sentido, las islas menores en Canarias siempre han remado contra corriente. La Palma no es una excepción pero es, precisamente, en esa dificultad en donde radica al mismo tiempo uno de sus puntos fuertes, intacta como está ante los desvaríos del turismo de masas. El reto es de altura, pero ni mucho menos imposible. Las administraciones palmeras, las empresas del sector, todos los agentes implicados y, sobre todo, la participación activa de la población local han de echar el resto para hacer posible un ejemplo modélico de turismo sostenible. Ese que es capaz de generar beneficios y oportunidades para el destino de acogida, desde un equilibrio medioambiental, cultural y socioeconómico.
interesante articulo y bellas fotos. Saludos.