Hace recientes fechas se ha celebrado en Tanzania la primera Conferencia Panafricana sobre La gestión del turismo sostenible en los parques nacionales de África, organizada por la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Gobierno de Tanzania. Un evento cuyo objetivo, en la línea del tono solemne que acompaña todas y cada una de los congresos que organiza la OMT, se centró en resaltar una necesaria filosofía de turismo sostenible como la forma más eficaz de conservar los parques nacionales y las áreas protegidas de África, a la vez que se crean puestos de trabajo y se generan ingresos para las comunidades locales. Esto es lo que se desprende de la Declaración de Arusha, firmada por todos los ministros de Turismo y autoridades presentes, en donde además de instar a la colaboración público-privada en la gestión de los parques, se promueve «la necesidad de involucrar directamente a las comunidades locales” en dicha gestión. Algo que no siempre ha sido una prioridad… La figura conservacionista de Parque Nacional no ha sido tradicionalmente bien recibida por las comunidades receptoras. La visión de la población local ha sido la de asociar estos instrumentos con costumbres occidentales y, en general, lo han visto como un problema, más que una solución, cuando no han sido directamente expulsados de los límites de los Parques en aras de su supuesta protección y conservación.
Para muchos africanos, los Parques Nacionales han sido y siguen siendo instituciones occidentales que sólo ponen trabas y coartan el desarrollo de actividades tradicionales, que han hecho siempre y que ahora están restringidas. Instrumentos hechos no para la conservación de biodiversidad de flora o fauna, sino para uso y disfrute del turista occidental. No les faltan ejemplos para pensar lo contrario y se agradece que ahora se vaya a apostar de forma definitiva por un turismo sostenible en los Parques Nacionales africanos, ya que en muchos casos las malas prácticas han puesto en peligro la riqueza medioambiental y ecológica de los mismos. La construcción de infraestructuras turísticas en lugares indebidos dentro de los límites de los Parques (en lugar de fuera donde no interferir con los procesos ecológicos) o la sobreexplotación de carreteras y senderos han influido en la vida de muchos animales que han habitado o habitan los grandes Parques Nacionales africanos.
Las políticas de uso y gestión de los Parques Nacionales no han evitado su funcionamiento como islas ecológicas, sin conexión con el exterior y con el área de influencia que tiene alrededor. Los territorios colindantes son básicos en la migración de determinadas especies de animales, en la gestión de recursos básicos como el agua o en la prevención de incendios, sobre todo provocados por los fuegos para usos agrícolas tan extendidos en muchas sociedades africanas. Eso por no incidir en que, sistemáticamente, se ha obviado la riqueza cultural y étnica de los propios Parques Nacionales. El caso de los Masái es un buen ejemplo, ya que han visto como los gobiernos sucesivos de Kenia y Tanzania les han arrebatado sus tierras de pastoreo, expulsándoles de los límites de Parques Nacionales como los de Nairobi, Masái Mara o el Serengeti, obligándoles a readaptar sus modos de vida hacia fórmulas agrícolas y más sedentarias. Algo que choca con la permisividad que se ha tenido en otros casos con explotaciones agrícolas intensivas hasta los límites de los mismos Parques o con la delimitación de territorios de caza de dudosa justificación medioambiental, normalmente para uso y disfrute de intereses extranjeros occidentales.
Según indicó la OMT en el último Día Internacional del Turismo, el turismo genera uno de cada nueve puestos de trabajo en el continente africano. Las llegadas de turistas internacionales a África no dejan de crecer, muchas de estas visitas están motivadas por la riqueza medioambiental de los Parques Nacionales y los espacios protegidos, por lo que es probable que, por una simple regla de tres, la capacidad de carga de estos territorios se pueda ver afectada sin una adecuada política de gestión. A eso hay que añadir una preocupante circunstancia: las grandes multinacionales hoteleras cada vez están mirando más hacia África en sus planes de expansión. El número de plazas hoteleras crece al 40% anual y, por mucho que se venda la creación de puestos de trabajo y riqueza para los destinos con estas incursiones, la realidad luego habla de condiciones laborales no siempre positivas para las comunidades locales y, sobre todo, de rentabilidad por encima de conservación… o de una verdadera sostenibilidad ambiental, social o económica. La fragilidad de los Parques Nacionales, en estas circunstancias, puede verse seriamente afectada y conjugar un equilibrio entre un cúmulo de intereses cada vez más grande y abstracto, puede ser sumamente complicado.