Hace unos días la revista Hosteltur ha publicado un reportaje en el que cuestiona si Guinea Ecuatorial, la antigua colonia española en África, puede llegar a convertirse en el próximo Caribe para las empresas turísticas españolas. El país, convertido en el tercer productor de petróleo en el África Subsahariana, ha destinado un presupuesto inicial de 316 millones de euros con el objetivo de convertirse en un «referente de turismo ecológico, de negocios y de lujo». La razón es el notable aumento de capital desde que se descubrieran hace 20 años reservas de crudo en el Golfo de Guinea, por las que el país ha recibido numerosas inversiones de compañías petroleras extranjeras. Si atendemos al modelo de desarrollo turístico que se ha extendido como norma por el Caribe, mucho me temo que Guinea Ecuatorial puede convertirse en un jardín para hacer dinero y saciar las ansias inversoras extranjeras, también en términos turísticos, por mucho que sean españolas. La población local, aparte de unos pocos puestos de trabajo con los que cumplir el trámite, probablemente mal remunerados cuando no sobreexplotados, verá más bien poco de los beneficios que se generen gracias a los atractivos del territorio en el que viven. En cualquier caso, más allá de criticar la sostenibilidad del modelo que se pretende plantear, parece que no cuenta para nada que Teodoro Obiang lleve 32 años en el poder en lo que es más una dictadura que una república presidencialista. La corrupción, las denuncias internacionales de torturas, los presos políticos, los asesinatos o las persecuciones a la oposición parecen ser invisibles. Dame petróleo y tendrás a un amigo… y si no que se lo pregunten a Gadafi.
A veces me trato de poner en la lógica capitalista de las grandes empresas o de los ‘mercados’, esos grandes desconocidos que nadie sabe definir pero que nos gobiernan a su antojo sin que nadie les haya votado, pero sus razonamientos se me escapan. En el reportaje se plantea que el gobierno guineano necesitará forjar alianzas con empresas turísticas internacionales para crecer en el competitivo mercado turístico, pero… ¿quién ha dicho que para crecer en términos turísticos hagan falta alianzas internacionales? A nuestros amigos del Fondo Monetario Internacional les encanta esta receta, sobre todo en países con una gran deuda externa, con potencial de desarrollo económico en algún sector y a los que se puede maniatar con mayor facilidad: aumento de los flujos de capitales desde el exterior, superposición de los intereses de las grandes empresas extranjeras frente a los pequeños productores locales o, en el caso del turismo, de las grandes cadenas hoteleras internacionales frente a los emprendedores locales. En el Caribe hay ejemplos para dar y tomar… prósperos destinos turísticos, caldo de cultivo de inversiones extranjeras auspiciadas durante años por el FMI, pero donde las desigualdades entre la población local y los turistas rayan lo surrealista.
En el caso de Guinea Ecuatorial, el FMI y sus políticas neoliberales de crecimiento no necesitan de una deuda externa con la que apretar el cuello y presionar, en este caso les vale con un dictador como Teodoro Obiang que lleva más de 30 años en el poder. Ya se lo dijo José Bono al presidente ecuatoguineano en la vergonzosa visita oficial de la delegación parlamentaria española a Malabo en febrero de este año: “Es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa», le dijo el presidente de nuestro Congreso de los Diputados. Probablemente, lo que nos une son los intereses económicos y el petróleo… y lo que nos separa es no tener lo que hay que tener para denunciar los atropellos a los derechos humanos que se producen sistemáticamente en el país y que, desgraciadamente, no parecen ser tan importantes como para obviar una jugosa oportunidad de negocio. Para posicionar al país en términos turísticos, se prevé entre otras acciones, la construcción de nuevas infraestructuras de transportes y el desarrollo de hoteles. Más de una multinacional ya se está frotando las manos y, de hecho, ya está confirmada la entrada de Hilton y Accor en el país. En este sentido, está demostrado que el 85% de los beneficios que se generan, en torno a la construcción de grandes hoteles y resorts en las costas africanas con capital extranjero, vuelven al país de origen de la inversión. La población local, más allá de comprobar como se puede llevar un nivel de vida bastante superior al suyo, ve más bien poco.
El potencial turístico que tiene África en general y países como Guinea Ecuatorial en particular debería ser el protagonista para la mejora económica y social del continente y sus habitantes. En África hay mucho margen de mejora y cada vez más gente formada y preparada para liderar ese despegue, aprovechando las oportunidades que se pueden generar. Para ello no hacen falta macroinversiones extranjeras regidas por las leyes del capitalismo que, ya se sabe, son inexpugnables. Y menos aún cuando hablamos de un país dictatorial como Guinea Ecuatorial, en donde la población del país se ha beneficiado muy poco del flujo económico generado desde el descubrimiento del petróleo. Con una esperanza de vida de 49,9 años, el país ostenta el puesto 118 (de 182) según el índice de desarrollo Humanos de la ONU. La corrupción luce por bandera y los beneficios económicos del crudo han servido para atrincherar aún más si cabe al régimen. ¿Por qué habría que pensar que con la actividad turística no va a suceder lo mismo? Si fuera una cuestión de moral, seguramente a más de uno se le caería la cara de vergüenza, pero como son los ‘mercados’ los que dictan los pasos a seguir, nadie podrá ni tan siquiera ponerle cara al asunto.
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08 Ago 2014 - Turismo, Turismo responsable, Viajes
Buen artículo. Esperemos que Guinea cambie antes de seguir los pasos de Gambia.