Un reciente estudio de la compañía aseguradora Europea de Seguros señala que el turismo solidario crece anualmente un 20%, a pesar de ser una modalidad de viaje que comenzó a expandirse hace relativamente poco tiempo, apenas una década. El turismo solidario es el que se realiza normalmente a países en vías de desarrollo, no sólo para conocer y disfrutar del destino de acogida, sino también y sobre todo con el compromiso de ayudar mediante la participación en proyectos de cooperación. Las nacionalidades de este tipo de viajeros son principalmente europeos y norteamericanos y los países de acogida, dependiendo del de origen, suelen estar en Latinoamérica, África o Asia. Vacaciones con ganas de ayudar y cooperar en la mejora de las condiciones de vida del destino, aunque muchas veces el “sentimiento de culpa” del turista occidental les lleve a actuar de forma ciertamente equivocada.
Todavía no se disponen datos específicos sobre el número de españoles que optan por estos viajes, aunque los principales destinos elegidos son Perú, Cuba y Marruecos, según el mismo estudio de Europea de Seguros. En cualquier caso, en líneas generales los destinos preferidos por los españoles están en Latinoamérica, debido a la afinidad lingüística y cultural, entre los que destacan además de Perú y Cuba, Honduras, Bolivia, Ecuador y El Salvador, Nicaragua, Brasil, México y Guatemala. En el continente africano, hacia el que existe una relativa cercanía geográfica, Marruecas lleva la delantera, además de países como Senegal, Tanzania y Mali. En Asia existe una menor cantidad de proyectos debido a su lejanía, aunque estos se centran en China, Camboya, Taiwán e India, en este último caso gracias sobre todo a la Fundación Vicente Ferrer.
El perfil del viajero solidario español se divide según la edad: el primero entre 20 y 35 años y el segundo a partir de 45 años, con un nivel social medio-alto, profesiones liberales, muchas relacionadas con la educación, y «cierta conciencia social». Un tercio de los viajeros están vinculados directamente con el mundo del voluntariado y los viajes suelen realizarse en pequeños grupos, en torno a las quince personas. En este sentido, son cada vez más las ONG’s que trabajan en apoyo con agentes locales de los destinos de acogida en la creación de rutas solidarias, que luego se comercializan a través de agencias de viaje asociadas. Una buena prueba de ello es el binomio Setem (ONG) – Taranná (Agencia de viajes responsables).
El pasado verano, más de 300 personas disfrutaron de unas vacaciones solidarias de la mano de estas entidades, en un total de 19 países repartidos entre África, Asia y Latinoamérica. Las características de las rutas ofertadas son que incluyen una convivencia (algunos días del viaje) con familias o comunidades rurales del país de acogida, se visitan organizaciones o entidades locales que trabajan para el desarrollo, los derechos humanos o la justicia social, además de los principales lugares de interés natural, turístico y cultural del país. Las estancias acostumbran a tener una duración de entre 15 días y tres semanas y se hacen en grupos de unas 12 personas, quienes previamente reciben una formación detallada sobre la realidad sociocultural del país de acogida y se les familiariza con la línea de trabajo de los proyectos sociales que visitan.
Más allá de las buenas intenciones que motivan la práctica totalidad de estos viajes, en muchos casos se dan casos y circunstancias que merecen ser tratadas con sumo cuidado. Y es que muchas veces, el “sentimiento de culpa” del turista occidental les lleva a actuar de forma ciertamente rara. No hay que olvidar que, pese a acudir a países con realidades culturales y socio-económicas bastante alejadas de las nuestras, no dejan de ser unas vacaciones y un viaje como puede ser la visita a otro destino más cercano. Cuando viajamos a EEUU o a Alemania, por poner unos ejemplos, no se nos ocurre llevar la maleta cargada con regalos para repartir allá donde vayamos. Hechos así, lejos de ayudar, pueden aumentar la sensación de desigualdad de quién los recibe y, sobre todo, crear una necesidad que condiciona la visita de futuros turistas. La mejor recomendación es actuar con la mayor naturalidad posible y tratar de tú a tú a los habitantes del destino, mostrando respeto por sus tradiciones y costumbres. El que te sientan y vean como uno más de ellos es la mejor aportación que puedes hacer para acabar con las desigualdades sociales.
En UK o US el turismo solidario se ha convertido en toda una industria con grandes márgenes de beneficio en que lo importante es el turismo y lo accesorio la solidaridad.
Mucho avispado ha intentado aprovecharse de los jóvenes del norte.
De todas formas, si alguien quiere hacer un verdadero vieje solidario puede hacerlo y las propuestas que mencionas parecen adecuadas.
Pronto una amiga que hace el doctorado sobre este temma regresará de Perú y espero que me cuente sus conclusiones sobre este tema.
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Recientemente visité un proyecto de Turismo Solidario en Brasil, en el estado de Minas Gerais, y fue una experiencia increíble. La convivencia con una familia local fue muy enriquecedora, y el hecho de saber q estaba generando unos ingresos a unas personas de renta baja me produjo un sentimiento tan gratificante!!! Recomiendo a todos los q visiten Brasil que duerman en algunos de los receptivos familiares de este programa. http://www.turismosolidario.com.br/
Muchas gracias por la aportación Paula, le echaremos un vistazo! Carlos las puertas las tienes abiertas para exponer las conclusiones del doctorado de tu amiga.
Saludos!
más sobre este tema aquí: http://wiki.turismo-sostenible.net/index.php?title=Viajes_solidarios