Todo el mundo habla de desarrollo sostenible, de adecuar nuestro crecimiento a la capacidad de carga medioambiental que tienen los territorios, pero… ¿y si esa capacidad de carga ya se ha visto superada? ¿Y si no podemos seguir creciendo más? ¿Es lógico y viable pensar que podemos tener más y más y que vivimos en un planeta de recursos infinitos en donde cabe todo? En contraposición a esa idea, el Decrecimiento es una línea de pensamiento político que, aunque surgida en los años 70, se presenta ahora como una alternativa a tener en cuenta más que nunca. Los teóricos definen el Decrecimiento como la corriente que propugna que en los países ricos no hace falta crecer más, sino plantear un periodo de contracción económica voluntaria que sirva para repensar las necesidades humanas reales y para construir una sociedad más justa, más participativa y ecológicamente sostenible.
Según la teoría del Decrecimiento, la conservación del medio ambiente no es posible sin reducir la producción económica responsable de la reducción de los recursos naturales y la destrucción del medio. Esta destrucción estaría actualmente por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta, por lo que se cuestiona la capacidad del modelo de vida moderno para producir bienestar. Por estas causas se opone al concepto tan propugnado de desarrollo sostenible y propone un nuevo reto:
En otras palabras, el Decrecimiento viene a decirnos que tenemos muy sobrevalorado el concepto en sí de crecimiento económico. No hace falta hacerlo constantemente y con la comida tenemos un buen ejemplo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se produce suficiente comida como para alimentar a 11.000 millones de personas y en el planeta sólo vivimos… ¡7.000 millones! No hace falta hacer hincapié en la cantidad de comida que se está desaprovechando y lo peor del caso es que se estima que más de 960 millones de personas padecen hambre en todo el mundo… ¡pero si hay de sobra para todos! ¿Para qué seguir creciendo más? Lo único que conseguimos es un modo de vida obsesionado con el trabajo, el dinero y el consumo, que atrae el estrés y no tiene porqué implicar la felicidad. Al contrario… la gran mayoría de las cosas más maravillosas de esta vida no se pueden comprar ni con todo el oro del planeta.
Los decrecentistas defienden, por tanto, una necesaria reducción de la producción y del consumo, sobre todo en los países del norte, para lo que haría falta un cambio de modelo, la redistribución del trabajo, la primacía de la vida social y un mayor peso de lo local, entre otras cosas. En este punto emergen iniciativas que comienzan a poner la nota práctica a la teoría: el movimiento Slow, las Transition Towns, las cooperativas de agricultura ecológica o la banca ética son la prueba palpable de que este cambio es más que posible. ¿Te vas capaz de aspirar a una mejor viviendo con menos? El reto es tremendo, pero merece la pena probarlo.
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