Y que conste que no lo digo en sentido figurado… Leo estos días con atención una noticia que seguro que no pasará por alto nadie: los propietarios de una cadena de restaurantes japonesa deberán indemnizar con unos 725.000 euros a los familiares de un empleado que falleció de un ataque al corazón por ‘exceso de trabajo’. El joven, de 24 años, hacía una media de… ¡112 horas extra al mes! El país nipón, en donde los últimos datos oficiales cifran en 8,5 días la media de vacaciones por trabajador en lugar de los 18 permitidos, es seguramente un caso extremo. Pero, en cualquier caso, sirve para ejemplificar a la perfección uno de los síndromes más virulentos de los tiempos que corren: LA ADICCIÓN AL TRABAJO.
No hace falta irse tan lejos para ver ejemplos similares. Contamos con unos horarios de trabajo que no permiten hacer muchas florituras y lo de la conciliación de la vida laboral con la personal es algo que, a muchos empresarios, todavía les suena a chino mandarín. Pero por encima de todo, en los lugares de trabajo impera sobremanera la VELOCIDAD. Con datos corriendo de un lado a otro, fechas límite que apremian día sí y día también y jefes que valoran tu capacidad para resolver situaciones con éxito en el menor tiempo posible, el cerebro humano acaba pasando de un pensamiento al siguiente como quién pasa hojeando las páginas de un libro.
La consecuencia es que la REACCIÓN vence a la REFLEXIÓN y muchos trabajadores, proclives a dejarse llevar por este frenesí diario, acaban sumergidos en una vorágine laboral de la que es muy complicado poder salir. Y es que, para evitar el hastío, tendemos a llenar cada momento libre de estímulo mental, incluso cuando no estamos en el trabajo. ¿Recuerdas la última tarde que estuviste sin hacer absolutamente nada? ¿Has probado últimamente a cerrar los ojos y limitarte a relajarte sin pensar en nada? ¿Hace cuánto tiempo que no te quedas atontado mirando las musarañas o contemplando el paisaje desde el cristal de un autobús?
Si tus respuestas para todas estas preguntas son “No me acuerdo” o “Hace mucho tiempo”, entonces debes grabarte en la frente el siguiente mensaje: el estrés por trabajo o por tu vida diaria no es crucial y mantener la mente activa todo el rato es hacer un mal uso de nuestro recurso natural más precioso. Puede parecer una doctrina del Movimiento Hippie, pero nada más lejos de la realidad, ya que está más que demostrado que meterle la primera marcha al cerebro de forma continua es más que contraproducente. Disminuir la velocidad o incluso dejarlo en punto muerto de vez en cuando, no sólo implica mejor salud mental, sino también física, una mayor calma interior, más concentración y, lo que es más importante: la capacidad de ser muchísimo más creativos.
Queda claro, pues, que el cerebro es maravilloso cuando mete la directa, pero rendirá mil veces mejor si se le da la oportunidad de desacelerar de vez en cuando, de tomarse unas mini vacaciones. En combinar ambas facetas está la mayor de las virtudes y es lo que verdaderamente diferencia a las personas más inteligentes del resto. El pensamiento rápido es racional, analítico, lineal y lógico, es lo que hacemos bajo presión y lo que se exige en la mayoría de trabajos: soluciones CLARAS a problemas BIEN definidos. El pensamiento lento es intuitivo, borroso y creativo, la presión se va por donde vino y las percepciones, abundantes y sutiles, fluyen a fuego lento. Con menos estrés, el pensamiento es más creativo y, de hecho, la gran mayoría de buenas ideas se nos ocurren en momentos de suma relajación, mientras corres, nadas o haces deporte, mientras te das una relajante ducha o mientras estás tranquilamente en la playa. Ecotumismo es un buen ejemplo de ello…
Por eso, hay que buscar un punto intermedio y saber hacer en cada momento, en función de lo que requiera la situación. Y es que, como dijo Albert Einstein: «Los cerebros electrónicos son increíblemente rápidos, exactos y estúpidos. Los seres humanos son increíblemente lentos, inexactos y brillantes. Juntos, son poderosos más allá de lo imaginable».
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17 Ago 2016 - Ecología
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De Lunes a Viernes:cada dia
8 horas sagradas para dormir
8 horas sagradas para trabajar
8 horas para diversion,esparcimiento,,etc.
Sabados y Domingos:
8 horas sagradas para dormir
16 horas cada dia: para descansar,esparcimientos,hobbies,etc.etc