España es el único país de la UE que autoriza el cultivo a gran escala de transgénicos. Es un tema que hemos tocado en repetidas ocasiones en Ecotumismo y que, no por ser recurrente, deja de perder importancia. La cuestión revela un hecho más que evidente, por más que los políticos de turno traten de echar balones fuera y defender lo indefendible: estamos pagando un coste socioeconómico que difícilmente va a repararse. Hay una relación directa entre la transformación que está sufriendo el paisaje rural y el aumento de las superficies cultivadas por transgénicos. Ya no es sólo el hecho de la contaminación del humus y de los nutrientes de la tierra, que convierten en transgénico todo aquello que no lo es. El problema principal es que la industria agroquímica está propiciando un abandono cada vez más paulatino de actividades agrícolas y ganaderas tradicionales, fomentando el éxodo rural, el abandono del campo y, con todo ello, una definitiva transformación de uno de nuestros principales y más auténticos activos: el paisaje rural.
Al hilo de esto, la ONG Amigos de la Tierra ha publicado la semana pasada un nuevo informe que revela los costes ocultos del cultivo de transgénicos, que están siendo asumidos de forma injusta por los sectores convencional y ecológico. Los costes que implica mantener la separación de los cultivos transgénicos de los convencionales y ecológicos son mucho más altos de lo que se pensaba en un principio, contribuyendo directamente al aumento del precio de los alimentos. Esta publicación coincide con el desarrollo estos días de la tercera semana estatal de lucha contra los transgénicos en España, con decenas de actividades y acciones reivindicativas por todo el territorio nacional.
A nivel europeo se está comenzando a valorar cómo incluir los impactos socioeconómicos en la evaluación de los cultivos transgénicos. Resulta fundamental la aportación de la experiencia española, único país de la UE que los cultiva a gran escala. En este sentido, la desaparición del cultivo de maíz ecológico, la contaminación de cosechas de maíz convencional y ecológico, la contaminación de los piensos, la pérdida de mercados o la contaminación generalizada de los alimentos a la venta son sólo una parte de los resultados que tristemente hemos obtenido después de 12 años de cultivos transgénicos en España.
Según Amigos de la Tierra, la situación de los transgénicos solo favorece a las empresas que los comercializan. Quien no los cultiva debe acarrear los costes de evitar la contaminación y los daños en caso de que ésta se produzca. Mientras la industria se lucra, quien paga estos costes son los contribuyentes, los consumidores y los agricultores. La política europea parte del principio de que aquellos que quieren permanecer libres de transgénicos deben pagar por todas las medidas para conseguirlo.
Investigaciones oficiales de la UE concluyen que la segregación de los cultivos transgénicos del resto pueden incrementar los costes hasta un 13%, pero las cifras reales son mucho mayores. La nueva investigación de Amigos de la Tierra muestra que existen importantes costes añadidos por la separación de estas cosechas, que no se han tenido en cuenta en las investigaciones de la UE. Los costes que supone esta segregación, incluyendo vigilancia y análisis, superan claramente cualquier estimación de potenciales beneficios por el uso de estos cultivos.
Como respuesta a esta situación, el pasado lunes ha arrancado la Tercera Semana de Lucha contra los Transgénicos, con decenas de actos informativos, acciones de protesta y movilizaciones por todo el país, para seguir denunciando que España es la puerta de entrada de los transgénicos en Europa y el campo experimental de las multinacionales del sector. La situación es insostenible y se requieren cambios profundos que impliquen la prohibición del cultivo de transgénicos en España.
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