Lanzábamos hace un par de días la Web de la Plataforma por el reconocimiento de la palabra Sostenibilidad. Supongo que a todos os habrá extrañado que una palabra tan usada hoy en día se marque en rojo en un procesador de textos como es el Word. ¿Os habéis detenido a pensar que es para vosotros la sostenibilidad? Lo normal es que se asocie siempre a cuestiones medioambientales o de aprovechamiento de energías renovables, que son parte importante e indisociable del concepto, ¿pero se queda ahí la cosa? ¿Podríamos incluir otro tipo de variables sostenibles o insostenibles? Cómo lo prometido es deuda, aquí va nuestra propuesta de destinos sostenibles: adéntrate en el mundo de la “ciudades lentas”, en donde nunca es tarde si la dicha es buena, en donde la calidad se impone a la cantidad… En definitiva, unos lugares en donde se premian los pequeños placeres de la vida, lenta y conscientemente, por encima de las prisas y la celeridad frenética.
El Movimiento Slow nació allá por los años 80 para combatir el estrés que produce nuestro ritmo diario de vida, algo que sin duda se ha visto incrementado con el paso de los años. Surgió en su día para combatir el auge de los restaurantes de comida rápida, por lo que en un principio perseguía impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras opciones alimentarias. La Slow Food apareció en escena, más que como un simple estilo de vida, como una imperiosa necesidad de luchar por valores casi en peligro en extinción. Entonces, reflexionemos un momento: habrá gente que le guste la comida rápida o fast food, pero si su auge condiciona todas estas tradiciones, orígenes y hábitos alimenticios que han formado parte de nuestra cultura durante años o incluso siglos, ¿es sostenible este apogeo? ¿Resulta sostenible que una cosa crezca a costa de la otra? Creo que no…
Con el paso de los años, el mundo del turismo ha adoptado el concepto. En contraposición a las cámaras de fotos, los paquetes turísticos encasillados, las pulseritas del todo incluido o las visitas programadas hasta el último minuto, el movimiento Slow Travel ha salido a escena con una perspectiva mucho más romántica del concepto de viajar y de hacer turismo. Algo que recuerda a esos antiguos viajeros que se lanzaban a descubrir el mundo, mochila a la espalda, descubriendo nuevos destinos, integrándose en sus costumbres, palpando centímetro a centímetro y convirtiéndose en uno más del lugar, sin prisa pero sin pausa. Un concepto que dista mucho de lo que solemos estar acostumbrados hoy en día en gran parte del mundo.
Fue en Italia, en 1999, donde el movimiento tomó forma de Asociación, las Slow Citiies o ciudades lentas, y a ella se adhirieron una serie de pequeñas ciudades que llevaban por bandera la filosofía de la Slow food, pero adaptadas a todos los ámbitos de la vida. Las ciudades lentas han adoptado un principio nada fácil y sobre todo nada común en términos turísticos. Por encima de preocuparse por la satisfacción del visitante, surgieron para mejorar la vida de sus habitantes. Luego, claro está, una cosa llevará a la otra… Aunque parezca evidente, es algo fundamental que no se tiene en cuenta hoy en muy pocos destinos turísticos, y es que por encima del turista está el habitante local. Segunda reflexión: ¿se pensó en Benidorm, con su “ahora” modelo sostenible por bandera, en construir todos esos rascacielos pensando en mejorar la vida de sus habitantes? Creo que no…
¿Cómo se han propuesto mejorar en las Slow Cities la vida de sus habitantes? ¿Simplemente cuidando y respetando el medioambiente? Pues no sólo con eso… Las políticas medioambientales son parte importante, pero también el hecho de que las infraestructuras estén integradas en el entorno, el uso de las tecnologías para mejorar la calidad urbana, la puesta en marcha de iniciativas de concienciación y sensibilización por la causa, tanto hacia población local como visitantes, y sobre todo, la puesta en valor de producciones autóctonas, ligadas especialmente a costumbres y tradiciones locales.
¿Tienes ganas de conocerlas? En la actualidad, hay 120 ciudades adscritas de 17 países: Suiza, España, Suecia, Corea del Sur, Portugal, Polonia, Noruega, Nueva Zelanda, Italia, Holanda, Gran Bretaña, Alemania, Dinamarca, Canadá, Bélgica, Austria y Australia. Visita la Web de la Asociación para conocer más y mejor acerca de ellas. En España, de momento forman parte Begur (Empordà, Costa Brava), Bigastro (Alicante), Lekeito (Vizcaya), Mungia (Vizcaya), Pals (Girona) y Rubielos de Mora (Teruel). Seguro que alguna te queda cerca, así que no dejes pasar la oportunidad de convertirte en un viajero lento y de disfrutar con sosiego de los pequeños placeres que nos da la vida… ¡qué hay muchos!
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